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miércoles 12, noviembre 2025

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Blackout 2025: un país a oscuras y una señal que no debe ignorarse

         

Idalia Cabrera, CEO y directora general de EH+.

Ayer, martes 11 de noviembre de 2025, la República Dominicana vivió un apagón nacional que detuvo la vida cotidiana y devolvió a muchos la sensación de vulnerabilidad frente a la energía, ese recurso que damos por sentado hasta que se apaga.

Todo comenzó poco después de la una de la tarde, cuando una falla en la subestación San Pedro I, en la región Este, provocó una desconexión en cadena que dejó fuera de servicio al Sistema Eléctrico Nacional Interconectado (SENI). En cuestión de minutos, hospitales, aeropuertos, comercios, industrias y hogares quedaron sin suministro eléctrico.

Las autoridades explicaron que el incidente tuvo origen técnico, vinculado a una línea de transmisión crítica. La Empresa de Transmisión Eléctrica Dominicana (ETED) informó que se trató de un “evento complejo” y que la recuperación debía hacerse por etapas, priorizando hospitales, transporte y servicios esenciales.

Hasta anoche, solo alrededor del 15 % del sistema había sido restablecido. El Metro y el Teleférico de Santo Domingo reanudaron operaciones horas más tarde, mientras la conectividad digital del país se reducía a la mitad, según reportes de NetBlocks.

El Gobierno reaccionó en bloque. El ministro de Energía y Minas, Joel Santos Echavarría, aseguró que se investigan las causas y que la respuesta inmediata evitó un daño mayor.

El director de la ETED, Martín Robles Morillo, explicó que el evento se originó en una falla de transmisión en la subestación San Pedro I y que el sistema de protección actuó de manera automática para evitar daños más extensos, aunque reconoció que la magnitud de la desconexión fue “inusual”.

A su vez, el titular del Centro de Control de Energía (CNE), Edward Veras, coincidió en que el hecho tuvo un carácter “excepcional” y enfatizó que la prioridad ha sido restablecer la estabilidad del sistema de manera segura y gradual.

También ofrecieron declaraciones los directores de Edesur, Edenorte y EdeEste, quienes detallaron los esfuerzos de sus brigadas para reconectar circuitos esenciales y restablecer el servicio a hospitales y zonas críticas.

En conjunto, todos los jefes del sector coincidieron en el diagnóstico: el apagón fue producto de una falla técnica en la red de transmisión y no de un déficit de generación, y el sistema respondió dentro de los márgenes previstos por sus mecanismos de protección. Sin embargo, la realidad que vivió el país durante horas demuestra que esos márgenes ya no son suficientes.

Más allá de la falla puntual, el episodio vuelve a poner sobre la mesa los cuellos de botella, la falta de redundancia y los rezagos de mantenimiento en las líneas troncales del sistema eléctrico. El país genera suficiente energía, pero la capacidad de moverla y distribuirla sigue siendo su talón de Aquiles.

Las imágenes de hospitales trabajando con plantas, calles a oscuras y comercios cerrados devolvieron la memoria de tiempos superados. Y, por otro lado, este evento ha dado motivo a que el país —y sobre todo su clase política— recuerde la estabilidad que en otros años llegó a tener el sistema eléctrico dominicano.

Durante más de una década, el sector logró reducir los apagones masivos y construir una sensación de confianza que hoy parece resquebrajarse. Lo ocurrido invita a revisar decisiones, gestiones y cambios que pudieron debilitar una estructura que, aunque imperfecta, había alcanzado un nivel de equilibrio.

El Gobierno ha prometido una investigación exhaustiva y un plan de modernización. Pero más que respuestas técnicas, el país necesita una reflexión integral: fortalecer la infraestructura, recuperar la disciplina en la gestión del sistema y reintroducir una cultura de prevención que se perdió en la comodidad de los años sin crisis.

El apagón de ayer no fue solo un evento fortuito. Fue una advertencia.

Mientras la República Dominicana proyecta su transición hacia energías limpias y sostenibles, debe asegurar que la base —la confiabilidad de su red eléctrica— no vuelva a temblar ante una chispa.

Porque más allá de la oscuridad de una tarde, lo que está en juego es la confianza de todo un país en su propio sistema.

 

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