Las regiones fronterizas cuentan con características de mercado que las hacen tener una idiosincrasia completamente distinta a las de otros mercados, experimentando alteraciones que no son prototípicas de los restantes. Suelen sufrir de repentinos crecimientos o crisis debidas a múltiples factores, entre los que podemos citar hechos que conocemos bien, como crisis políticas con cierres de pasos fronterizos o prohibiciones temporales de importaciones y exportaciones, diferencias cambiarias entre las distintas monedas y de precios debido a las diferentes oportunidades de intercambio que ofrece su particular ubicación. La propia porosidad de la frontera, con sus diferentes flujos de personas y bienes o mercancías, también incide de manera decisiva en esos crecimientos o declives que señalábamos, entre otras muchas.
En todo caso, las oportunidades se encuentran al alcance de un análisis sosegado para fortalecer un desarrollo económico de estas regiones, siempre teniendo en cuenta la variedad de factores sociales, culturales, geográficos y, por supuesto, económicos, que inciden en las mismas.
En el caso de los combustibles, podemos señalar que las diferencias de precio y las diferentes regulaciones nacionales son factor diferencial para impulsar un comercio no solo del propio combustible en estas regiones, sino que impactan en el comercio de cualquier otro tipo de bien o mercancía al cual debe sumarse su transporte. Dentro de esas regulaciones y su impacto se puede destacar la regulación específica sobre puntos de distribución o las medidas de seguridad en el acarreo que pueden exigir los distintos países.
Las posibilidades que se abren en el comercio y suministro de combustibles en estas regiones vienen determinadas por una nueva visión de que estos mercados no son marginales, sino que deben formar parte esencial de las políticas de desarrollo con proyectos de inversión estatal en infraestructuras y capital intelectual que contribuyan decisivamente a su crecimiento. Esto generalmente es contrario a las tendencias que se han venido observando globalmente en cuanto a la prioridad que los diferentes estados han otorgado a las regiones fronterizas en las últimas décadas.
El llamado a un cambio sustancial en el enfoque de la inversión pública y privada en las regiones fronterizas tiene dos motores fundamentales que la sustentan, el primero es la creciente atracción de población a esos polos de comercio fronterizo, pues se entiende que generan oportunidades más diversas para servicios auxiliares y complementarios para aquellas empresas que deciden concentrarse y crecer en esas áreas. Este hecho por sí solo, ya debería generar una especial atención de las economías nacionales.
El segundo de ellos es la presunción de que las mismas ya acogen una importante actividad económica informal, de lo que solo puede aflorar y dirigirse hacia su formalización a través de programas de desarrollo y capacitación específicos que permitan una mayor concienciación y su consecuente implementación práctica respecto de los procesos de registro de comercio y negocios informales hasta el momento.
Los mercados que se desarrollan en estas regiones incrementan su capacidad cuando sus beneficios pueden ser efectivamente reinvertidos en las mismas, y eso es mucho más realista de lo que se pueda conseguir cuando la formalización ha iniciado un camino claro e institucionalizado.
Podemos decir a grandes rasgos que, pese al estado actual de los asuntos geopolíticos mundiales, el comercio de combustibles, junto con las actividades manufactureras y la producción agroindustrial son los dinamizadores de las regiones fronterizas, que siguen mostrando fortaleza en su crecimiento económico alrededor del mundo e impactan considerablemente en una manifiesta creación de nuevos núcleos urbanos en sus entornos.
De nuevo, la idea de frontera con un enfoque periférico es trasnochado y heredera de visiones estatales centralizadores y de influjo en la gestión defensiva del territorio y no tiene una traslación actual, pues el crecimiento urbano actual viene determinado, en un buen número, de casos por ciudades fronterizas que normalmente conlleva el desarrollo de ciudades gemelas a uno y otro lado de la frontera. Este fenómeno, fácilmente observable en la frontera entre los Estados Unidos y México, no es ajeno a nuestros territorios más cercanos y está en nuestras manos, que cualquiera que sea su dimensión, pueda ser
tomado en cuenta en la formulación de las políticas públicas y en las asociaciones con el sector privado que puedan canalizar su mejor planificación y ordenamiento.
Artículo de Juan Alcalde, socio y director legal de equipos especializados en derecho internacional, inmobiliario, financiero y comercial con interacción ante las diferentes administraciones y tribunales y cortes de Justicia en la región del Caribe, Centroamérica y España con 25 años de experiencia.
Entre las actividades más frecuentes desarrolladas se encuentran el diseño de estructuras corporativas para joint ventures, fusiones y adquisiciones, financiamientos y otorgamiento de garantías, contratos de operación hotelera y relaciones con la Jurisdicción Inmobiliaria, DGII y resto de instituciones del estado para clientes nacionales e internacionales. Ha realizado múltiples transacciones en prácticamente todos los países de Latinoamérica vinculadas a la adquisición y reestructuración de inversiones, joint ventures transnacionales, venture capital y private equity en los sectores hotelero, financiero, industrial y agroindustrial.
Recomendamos: Foro Económico Mundial destaca políticas para acelerar el crecimiento económico en cinco años; geopolítica impacta PIB global