En el camino hacia la descarbonización global, los combustibles de bajas emisiones como los biocombustibles líquidos y gaseosos, el hidrógeno y combustibles derivados del hidrógeno están siendo identificados como piezas fundamentales, especialmente en sectores donde la electrificación directa resulta difícil o costosa (industria pesada, transporte de larga distancia). Sin embargo, su despliegue actual aún es muy limitado.
Según informes de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), estos combustibles representaron apenas alrededor del 1 % del consumo final global de energía en 2022, dominados principalmente por los biocombustibles líquidos.
En el escenario “Net Zero Emissions by 2050” (NZE), que marca la hoja de ruta para alcanzar emisiones netas cero para mitad de siglo, se proyecta que este porcentaje suba a casi 5 % para 2030. Además, en ese escenario se estima que biogás, hidrógeno y amoníaco contribuirán alrededor de un 2 % de la generación eléctrica mundial para 2030.
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¿Qué son y cómo se clasifican?
Los combustibles de bajas emisiones se dividen básicamente en dos grandes grupos:
- Gaseosos: biogás, hidrógeno, metano sintético
- Líquidos: biocombustibles líquidos, amoníaco, combustibles líquidos sintéticos derivados de hidrógeno y CO₂
Pueden producirse de dos maneras principales:
- A partir de plantas: biomasa que al crecer captura CO₂ de la atmósfera.
- Mediante procesos industriales alimentados por energías renovables u otras fuentes de baja emisión, siendo clave la captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS por sus siglas en inglés) en algunos casos.
Pese al reconocimiento del papel estratégico de estos combustibles, los analistas advierten que el ritmo de producción, distribución e implementación deberá acelerarse significativamente para cumplir con los objetivos climáticos mundiales.
Algunos puntos clave
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Biocombustibles liquidos
- En 2022, la inversión global en combustibles de bajas emisiones fue de unos US$13,000 millones, concentrada principalmente en biocombustibles líquidos.
- Para 2030, en el escenario NZE, se proyecta que los combustibles gaseosos de bajas emisiones satisfarán aproximadamente 12 % de la demanda final global de gas, de los cuales alrededor del 70 % será biogás y 30 % hidrógeno.
- En cuanto a los combustibles líquidos, su participación proyectada será cerca del 8 % de la demanda mundial de combustibles líquidos para usos finales para 2030 en el escenario NZE, frente a poco más del 2 % en 2022.
Aunque los combustibles de bajas emisiones ofrecen una de las pocas opciones viables para descarbonizar sectores complejos, su papel hoy es marginal. El cumplimiento de los objetivos climáticos requiere una política global más firme, incentivos económicos y tecnológicos, y una cadena de suministro robusta que permita escalar su uso rápidamente. La ventana para actuar es pequeña: los próximos años serán decisivos.
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