La República Dominicana posee diversos yacimientos mineros e importantes reservas de plata, níquel, bauxita, mármol, piedra caliza y granito. Con más de 35 sociedades mineras en el país, se prevé que esta actividad se convierta en una variable que dinamizará el sector exportaciones y en consecuencia la economía nacional. EH+ ha contactado a los diferentes actores de este sector, para analizar las variables de esta industria y su sostenibilidad de cara al futuro.
Una historia con 3500 años de antigüedad
La minería no metálica y luego la metálica, han sido protagonistas de los orígenes de nuestra sociedad. En la Edad de Piedra, el pedernal o sílex, y otras variedades de cuarzo, como la cuarcita y el cuarzo microgranular, así como la obsidiana o vidrio volcánico
amorfo eran las herramientas básicas para la subsistencia del ser humano.
Las puntas de flechas y de las lanzas para la cacería eran de pedernal. Los utensilios para el corte de las carnes animales eran de variedades de cuarzo o de vidrio volcánico obtenidos en la corteza terrestre como actividad minera primitiva.
«El uso de bloques de granito, tonalita, basalto, andesita, caliza, arenisca, cuarcita, mármol y otros tipos de rocas no metálicas permitió las construcciones primitivas, como las pirámides de Egipto, aztecas y toltecas de México, las mayas de Mesoamericana, y las construcciones del imperio Inca en los Andes peruanos, así como las majestuosas obras levantadas en Grecia y en Roma», explica el geólogo Osiris de León.
Para el tercer milenio antes de Cristo llegó la Edad del Cobre (cobre nativo, calcopirita y cuprita), siendo la primera edad de los metales mineros.
Posteriormente, la Edad del Bronce, cuando el hombre aprendió a mezclar el cobre y el estaño extraídos desde la corteza terrestre. Tras ese periodo llegó, la Edad del Hierro, donde este metal se sumó al cobre y al estaño, por lo que nuevamente fue la minería metálica la que marcó el tercer gran salto evolutivo de la sociedad.
«Sin estos metales nunca hubiese sido posible construir los cimientos del desarrollo y del progreso de la sociedad. Hoy en día, la minería metálica y la minería no metálica siguen siendo las bases fundamentales del urbanismo, de la industria agrícola, de la industria eléctrica, del transporte terrestre, marítimo y aéreo o de la comunicación satelital», apunta De León.
La minería metálica es una actividad económica representada por la explotación o extracción de los minerales que se han acumulado en el suelo y subsuelo en forma de yacimientos. La no metálica es la extracción mecanizada de materiales y agregados para la construcción, mediante explotación de canteras, en tajos o lechos de cauces. Están lideradas por las cementeras y granceras de canteras secas.
«Nuestros hogares, escuelas, hospitales, puentes, plazas comerciales, presas, canales de riego, acueductos, depósitos de almacenamiento de agua se construyen con cemento portland gris producido por la minería no metálica que extrae piedra caliza, arcillas, sílice y yeso para esos cementos de uso diario», puntualiza el geólogo.
Una mirada regional
La expansión de la industria minera en América Latina ha sido un fenómeno sostenido a lo largo de varias décadas, marcando un hito en economías clave como Chile, Perú y Colombia.
«Estos países han trazado planes de desarrollo estratégicos, capitalizando el crecimiento sostenido de la industria, su progresiva tecnificación y la creciente demanda global de recursos minerales. Este fenómeno, paralelo a lo experimentado en su momento con la explotación petrolera, ha dejado una huella significativa en la economía regional, convirtiéndose en un pilar fundamental para el desarrollo socioeconómico», explica Stevie Gamboa.
El Producto Interno Bruto (PIB) de diferentes naciones latinoamericanas encontrado sustento y expansión en el florecimiento de sus industrias extractivas. Solo por poner un ejemplo, en Chile y Perú, las industrias extractivas conforman más del 50 % de sus exportaciones.
«Todos los países comparten la característica de reconocer la propiedad inalienable de los recursos minerales a favor del Estado en sus marcos constitucionales, pero existen variaciones en los mecanismos utilizados para permitir que la actividad minera sea
llevada a cabo por la iniciativa privada», apunta Gamboa.
El caso local
El poderío de cualquier país se define por sus recursos básicos como el caso de la agricultura y la minería, donde el último aumenta la producción agrícola al suministrarle fertilizantes.
La geología en la República Dominicana es continental y por tanto, existen yacimientos de categoría mundial, tanto metálicos, como los auríferos polimetálicos de Pueblo Viejo-Cotuí en la provincia de Sánchez Ramírez, como no metálicos, como el depósito de yeso en Barahona, que generan importantes retos para el desarrollo de la economía, como expone José Bernardo Sena, expresidente de Camipe 2014-2018.
Basado en el mapa actualizado de las concesiones mineras al 5/12/2023 extraído de la Dirección General de Minería, dependencia del Ministerio de Energía y Minas, se han otorgado 104 concesiones de explotación, de las cuales tres son metálicas y 101 no metálicas. De igual manera, se han concedido 80 concesiones de exploración divididas en 37 metálicas y 43 no metálicas. Las mineras metálicas producen los minerales para la exportación y las no metálicas para el mercado local e internacional, aunque prevalecen las ventas locales.
Según, Elizabeth Mena, socia gerente EM Estrategia y Soluciones, la clave para la obtención de los permisos mineros y la permanencia de la operación misma es la «licencia social» que no es más que el apoyo y aceptación que un proyecto recibe de la comunidad local y de otras partes interesadas para llevar a cabo sus operaciones en una determinada área.
«Esta licencia no es un documento formal emitido por una autoridad gubernamental, pero es crucial para el éxito a largo plazo de las operaciones mineras. La licencia social implica
que la empresa tiene el respaldo de la comunidad y cumple con sus expectativas y demandas, más allá de los requisitos legales y regulatorios».