Las constantes tragedias que dejan una secuela de muertes en las carreteras de la República Dominicana, evidencian que el problema de los accidentes se agudiza y se convierte en un mal de dimensiones internacionales, colocando el país como el número uno en ese renglón negativo.
El hecho de que el país siga liderando a nivel mundial como la nación con más muertos por accidentes, por cada 100 mil habitantes, obliga a colocar el tema como una prioridad nacional, pues es más que evidente que no se debe esperar más ante este mal que sigue cobrando vidas humanas.
No hay que pensar en quién o cuál no hizo, lo cierto es que las acciones de seguridad en las carreteras y conducción responsable deben ser reforzadas, pues es evidente que el país está ante una deuda pendiente que no ha sido enfrentada con determinación.
Sin embargo, hay que reconocer que en adición a los esfuerzo de las autoridades por disminuir el dato negativo, también debe haber una mayor conciencia ciudadana, la cual se logra con una correcta y efectiva política de educación vial, seguida de un régimen de consecuencias drásticas para quienes no acaten.
Es momento de que los sectores que toman decisiones asuman el problema de las muertes por accidentes de tránsito como una prioridad de Estado que debe ser afrontada con firmeza, poniendo de lado las banderías políticas y pensando en la seguridad ciudadana como norte principal.
Ojalá se convoque a una cumbre nacional para accionar en la aplicación de políticas que ayuden a disminuir las cifras alarmantes de personas que parten al viaje sin retorno en las carreteras dominicanas.
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