Algo cambió en el destino de Occidente tras producirse la acción militar de Rusia en suelo ucraniano y después de la inestabilidad desatada en Medio Oriente como consecuencia del ataque de Hamas a Israel el pasado 7 de octubre. El sabotaje del gaseoducto Nord Stream 2 simbolizó el fin de una época y la escalada del conflicto, en la región más importante del mundo en términos de exportación petrolera, evidenció el calado geopolítico de la energía. Este escenario de confrontación obligó a los Estados a reformular los objetivos y condiciones de sus respectivos sectores eléctricos.
Uno de los principios rectores que orientó las decisiones de los gobiernos fue redoblar la apuesta por la expansión de energías renovables y adoptar medidas ambiciosas en el terreno de la eficiencia energética. Esa visión general, adaptada a cada contexto productivo, hizo de la sostenibilidad la salvaguarda de la seguridad nacional.
México y la República Dominicana vivieron, en la primera mitad de 2024, interesantes procesos electorales de carácter presidencial, cuyos resultados significaron un respaldo masivo al oficialismo. Esas victorias contundentes fueron giros de guion en una etapa que parecía abocada a la alternancia en el poder ejecutivo. A pesar de tener una estructura de partidos e historias culturales distintas, así como condiciones operativas y técnicas no comparables, ambos países tuvieron debates similares cuando la preocupación social pivotó sobre el presente y el futuro de la energía.
Durante su mandato, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hizo de los megaproyectos energéticos -el plan Sonora, la refinería Dos Bocas y la construcción del ducto submarino Puerta al Sureste- su visión de país. Por su parte, el presidente de la República Dominicana, Luis Abinader, logró atraer como nunca la inversión extranjera en fuentes renovables, garantizó el abastecimiento de combustibles en momentos críticos y amplió las capacidades de la administración en diplomacia energética. Gracias a sus acciones, habilidades discursivas y a los equipos del Ministerio de Energía y Minas e instituciones afines, limitaron las posibilidades de la oposición de construir narrativas que supusieran una impugnación radical de la línea de actuación gubernamental.
El mensaje de Obrador adquirió el tono de la independencia y tuvo como credencial el dar un nuevo impulso a Petróleos Mexicanos (Pemex) y a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Un ejemplo de ello fue la compra de 13 centrales a la multinacional española Iberdrola con una capacidad instalada de 8539 MW. La postura de Luis Abinader se manifestó en la apuesta por licitaciones de gran alcance, como el hub energético de Manzanillo (1200 MW), abrir vías de colaboración con actores emergentes como Guyana o hacer del sol y del viento aliados del progreso socioeconómico.
En las Américas, al igual que en el continente europeo, la energía tiene matices ideológicos que suelen expresarse en el lenguaje de la soberanía, pero, sobre todo, es eficaz cuando de lo que se trata es de condicionar las maniobras del adversario político.
Desde el pasado mes de junio, Claudia Sheinbaum es la presidenta electa de México, país que establece en el artículo 83 de su Constitución el principio de no reelección. Dentro de su formación universitaria, sobresalen sus conocimientos en ingeniería energética. Ha publicado varios artículos sobre la difusión de energías verdes, estrategias frente al agotamiento de las reservas de combustibles fósiles y medidas necesarias ante un crecimiento continuo del consumo eléctrico. Asimismo, ha realizado investigaciones acerca de la naturaleza fluctuante de las capacidades eólicas y fotovoltaicas, así como proyecciones sobre las combinaciones óptimas por tecnología.
Con esa trayectoria, era lógico crear expectativas sobre su visión energética, y una de sus cartas de presentación fue un plan estructurado en seis puntos. Entre los espacios en que se analizó, destacó la Cámara de Comercio del Canadá en México (Cancham), que fomentó, a través de distintas actividades, el diálogo sobre energía entre la sociedad civil y los partidos políticos. En la República Dominicana, la Cámara Americana de Comercio (Amchamdr) promovió conferencias que permitieron exponer perspectivas sobre los objetivos logrados y las metas por alcanzar en generación, transmisión y distribución.
Además de las cámaras de comercio citadas, hubo debates presidenciales en medios de comunicación que ampliaron la conversación técnica sobre los avances en energía. Cabe subrayar que la ciudadanía dominicana, por primera vez en su historia, pudo valorar las ideas de un presidente-candidato cuando Luis Abinader aceptó la invitación formulada por la Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (Anje). En el contexto dominicano, lo importante, en clave energética, fue transformar la energía en un argumento en favor del gobierno al hablar de los 630 MW adicionales de renovables, al mencionar la cantidad de proyectos solares en construcción o las licitaciones realizadas con absoluta transparencia.
República Dominicana y México, en esta fase internacional convulsa, han proyectado de otro modo su imagen exterior por su determinación a la hora de modernizar los sistemas de generación eléctrica y han dado un salto cualitativo en una materia en la que suelen confluir intereses antagónicos. Los pronósticos sobre el costo político interno de la reconfiguración del orden mundial fallaron y lo energético pasó a ser una fuerza de contrataque en la lucha partidaria. Parafraseando a un personaje de Tolstói en su obra “Guerra y Paz”, podríamos decir que la energía fue la división de caballería en la batalla electoral decisiva.
Alfredo Kramarz, es Doctor por la Universidad Carlos III de Madrid y Coordinador de la Maestría en Relaciones Internacionales del “Instituto Universitario Ortega y Gasset” en México.