En teoría, los mercados financieros deberían anticipar riesgos económicos. Pero lo que hemos visto en las últimas semanas sugiere lo contrario: los mercados bursátiles —en particular el S&P 500— están enviando señales que no se corresponden con la realidad de la política comercial estadounidense. Desde el 8 de abril, cuando los temores de una guerra arancelaria global llevaron a los mercados a su punto más bajo, el S&P ha subido un asombroso 25.6%. Sin embargo, los anuncios de Donald Trump de esta semana han devuelto los aranceles a niveles muy similares a los del llamado “Día de la Libertad”, cuando el desplome fue inmediato.
La pregunta es evidente: ¿por qué los mercados hoy reaccionan con indiferencia ante las mismas amenazas que antes causaron pánico? La única respuesta lógica parece ser una fe ciega —e infundada— en que Trump no cumplirá sus amenazas. Esta narrativa, conocida como “TACO” (Trump Always Chickens Out, por sus siglas en inglés), ha prevalecido entre analistas e inversores. Pero todo indica que el final de esta historia va a ser aranceles en récords históricos, con profundas distorsiones para las economías del mundo.
Las señales no son ambiguas. Las cartas arancelarias enviadas a más de 25 países, los ajustes unilaterales de tarifas a aliados estratégicos como Canadá y Brasil, y las promesas públicas de aplicar gravámenes del 50% al cobre apuntan a una escalada real. Incluso economistas de renombre como Paul Krugman han advertido sobre el riesgo de asumir que el presidente reculará, destacando la obsesión de Trump con los aranceles como herramienta de poder.
Además, el hecho de que los mercados hayan ignorado esta nueva ronda de amenazas puede terminar siendo contraproducente. Como señalan analistas del Bank of America, la falta de reacción puede alentar a Trump a seguir subiendo la apuesta, dado el bajo “coste marginal” percibido.
La volatilidad del presidente —y su afán por acaparar titulares— hace que cualquier análisis racional sea incompleto. Lo único claro es que los aranceles que podrían entrar en vigor el 1 de agosto serían los más altos desde 1934. Y aún así, los mercados siguen como si nada.
En este contexto, lo irracional no parece ser la política arancelaria de Trump —que, aunque errática, es coherente en su agresividad—, sino la desconexión de unos mercados que actúan como si el riesgo ya hubiera pasado. Pero lo más probable es que apenas esté comenzando.

