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lunes 13, octubre 2025

Una burbuja dorada

Son muchos los que se lamentan por no haber invertido en oro. No es para menos, ya que su precio ha subido más de un 50% en lo que va de año y superó, la semana pasada, los 4 mil dólares por onza troy. Si usted posee el temple necesario para adentrarse en las entrañas de una posible burbuja financiera, puede comprar algunas onzas y apostar que, como anticipa el mercado, el precio seguirá al alza y su portafolio le reportará jugosas ganancias de capital. Pero antes de tomar esa decisión, conviene leer las siguientes líneas.

Una burbuja se produce cuando el precio de mercado de un activo se sitúa muy por encima de su valor fundamental o de equilibrio a largo plazo. El fenómeno suele estar alimentado por un exceso de optimismo entre los inversionistas, quienes confían en que siempre habrá alguien dispuesto a pagar más por el activo que acaban de adquirir. Esa secuencia de transacciones genera una trayectoria exponencial del precio que, tarde o temprano, se detiene y retrocede de manera abrupta, arrastrada por el pánico de ventas generalizadas.

La historia del oro está marcada por fuertes oscilaciones de su precio desde el siglo pasado. En 1971, el presidente Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar en oro, fijada hasta entonces en 35 dólares por onza. El gasto público excesivo y la expansión monetaria de los años sesenta minaron la confianza en el dólar y empujaron a los especuladores hacia el oro, elevando su precio de mercado. Los shocks petroleros de 1973 y 1979, sumados al desorden monetario de la Reserva Federal, llevaron el precio del metal a 668 dólares por onza en enero de 1980. La política monetaria restrictiva de Paul Volcker restauró la confianza en el dólar, redujo la inflación y estabilizó el precio del oro, que arrojó un promedio de 357 dólares hasta marzo de 2001, cuando cayó a 259 dólares.

La crisis financiera global de 2007-2008, originada en Estados Unidos, y la crisis de la deuda soberana europea entre 2009 y 2012 provocaron un cambio significativo en la demanda del oro como activo financiero. Durante esos períodos de incertidumbre económica, el precio del metal alcanzó los 1,788 dólares en febrero de 2012 y, a partir de 2013, osciló alrededor de un promedio de 1,293 hasta alcanzar los 1,626 dólares en febrero de 2020.

La pandemia de covid-19, la excesiva inyección de liquidez, el incremento del déficit y del endeudamiento públicos, junto con la invasión rusa a Ucrania, impulsaron el precio del oro hasta el entorno de los 2 mil dólares a finales de 2023.

Como se observa, la cotización del oro responde al contexto económico global: sube en tiempos de crisis e incertidumbre y tiende a bajar cuando se recupera la estabilidad macroeconómica. Ese comportamiento refuerza su reputación de “refugio seguro” y de instrumento de diversificación de riesgos, gracias a su baja correlación con el rendimiento de las acciones y otros instrumentos financieros.

Para comprender mejor su evolución, al ajustar el precio del oro por inflación -calculada con el índice de precios al consumidor de Estados Unidos- se observa que su índice de precios alcanzó 100 en enero de 1980, cayó a 18 en febrero de 2001, subió a 91 en febrero de 2012, se ubicó en 88 en agosto de 2020 y descendió a 65 en septiembre de 2022. Esos cambios revelan que, en términos de poder adquisitivo, la cotización del oro no sigue una trayectoria ascendente constante, sino que fluctúa de acuerdo con las circunstancias económicas. Por tanto, el oro no siempre resulta una apuesta segura.

Desde inicios de 2024, se ha observado un nuevo repunte de su precio, que se ha acentuado a lo largo de 2025, cuando registró un índice de 144. La incertidumbre derivada de la política arancelaria de Donald Trump, el conflicto comercial con China -el segundo tenedor de títulos del Tesoro estadounidense-, el debilitamiento del dólar, las críticas presidenciales a la Reserva Federal y el deterioro de las finanzas públicas de las economías avanzadas explican buena parte de este ascenso. Además, la sustancial acumulación de oro por los bancos centrales, como estrategia de diversificación de sus reservas internacionales tras el congelamiento de activos financieros rusos denominados en dólares, ha contribuido a la presión alcista. En la actualidad, el oro representa más del 20% de las reservas de los bancos centrales, un porcentaje superior al euro.

En ese escenario, resulta clave destacar que la creación en 2003 de fondos cotizados en bolsa (ETF, por sus siglas en inglés) respaldados por oro ha amplificado el potencial especulativo del mercado. Dichos instrumentos permiten una entrada y salida más eficiente de los inversionistas, lo que puede generar movimientos más pronunciados, hacia arriba o hacia abajo, en el precio del metal.

En un artículo académico publicado en marzo de 2025, Klaus Grobys, profesor de finanzas en la Universidad de Vaasa (Finlandia), evaluó si el oro, a mediados de junio de 2024, estaba en camino de convertirse en una burbuja. Sus resultados indican que “existe evidencia sólida de una formación de burbuja en curso durante el período posterior a la crisis financiera global, alcanzando un momento crítico en octubre de 2029.”  Se ha de destacar que sus datos no incluyen el extraordinario incremento de precios observado en 2025, lo que podría reforzar aún más sus conclusiones.

Finalmente, convendría analizar cómo el comportamiento del precio del oro en 2025, que Goldman Sachs proyecta en 4,900 dólares a diciembre de 2026, afectaría el momento de inicio del retroceso de su cotización. Es probable que un ascenso tan brusco precipite una reversión abrupta en un plazo más corto del previsto por el mercado. Si esto llega a ocurrir, cabe formular la siguiente pregunta: ¿los bancos centrales, que han estado comprando oro para fortalecer sus reservas internacionales, cerrarían sus posiciones o simplemente asumirían la pérdida de capital como consecuencia del estallido de la burbuja “dorada”?

El oro, en definitiva, no garantiza estabilidad ni ganancias seguras; es, más bien, un reflejo de los episodios de incertidumbre o crisis globales. Considerando todo lo expuesto, invierta usted en él solo aquello que pueda -y esté dispuesto- a perder.

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