Un Lamborghini Huracán RWD, único en su tipo, fue obsequiado al Papa Francisco el 27 de noviembre de 2017 en una ceremonia privada en el Vaticano. Con su elegante carrocería pintada en Bianco Monocerus con detalles en Giallo Tiberino —un homenaje a los colores de la bandera de la Ciudad del Vaticano—, el superdeportivo fue construido a mano por el departamento de personalización de Lamborghini, Ad Personam. Lo acompañaron en la ceremonia Stefano Domenicali, presidente y CEO de Automobili Lamborghini, miembros de la junta directiva y los técnicos que trabajaron en su ensamblaje.
Sin embargo, lo más sorprendente de esta historia no fue el auto, sino lo que ocurrió después.
Fiel a su estilo austero y a su mensaje de humildad y solidaridad, el Papa Francisco decidió no quedarse con el vehículo. En su lugar, lo donó para ser subastado. El acto no solo dejó sin palabras a muchos entusiastas del motor, sino que también demostró cómo un símbolo de lujo puede convertirse en una herramienta de cambio social.
Del asfalto a la solidaridad
El Lamborghini fue subastado el 12 de mayo de 2018 en el prestigioso evento de RM Sotheby’s en el Grimaldi Forum de Monte Carlo. El precio alcanzado fue de 715,000 euros, una cifra muy por encima del valor base de un Huracán convencional. Pero el verdadero valor estaba en el destino de ese dinero.
El Papa destinó la totalidad de los fondos a proyectos humanitarios:
- Reconstrucción de la Llanura de Nínive (Irak): A través de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, se apoyó el retorno de comunidades cristianas desplazadas por la guerra, financiando la reconstrucción de viviendas, escuelas y templos.
- Progetto Casa Papa Francesco: Una iniciativa de la Comunidad Papa Juan XXIII, dedicada a mujeres víctimas de trata y violencia, en homenaje al legado de su fundador, el Padre Oreste Benzi.
- GICAM y Amici per il Centrafrica: Dos organizaciones italianas que trabajan en África apoyando a mujeres y niños en situación de vulnerabilidad, lideradas por médicos y voluntarios.
Un rugido que quedó en silencio, pero resonó en el alma del mundo
El Papa Francisco nos recordó que los símbolos también pueden servir para transformar. El Lamborghini Huracán RWD, con todo su poder, velocidad y lujo, no recorrió las calles del Vaticano, pero sí abrió caminos de esperanza en tierras marcadas por el dolor y la desigualdad.
Tras su fallecimiento, aquel gesto cobra aún más fuerza. Porque Francisco no solo fue un líder espiritual, sino un hombre que vivió con coherencia radical. Prefirió un acto de generosidad silenciosa a una ostentación vacía. Ese Lamborghini, que nunca aceleró bajo sus manos, se convirtió en un legado sobre ruedas: una lección sobre cómo renunciar puede ser el mayor acto de poder.
La historia lo recordará como el Papa que cambió la velocidad por la compasión.
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